"Estamos vivos, es un buen día", afirma una ucraniana, sobreviviente a un misil ruso
En una casa medio derruida del barrio "Rojo" de Konstantinovka, un pueblo del este de Ucrania situado en la línea del frente, varios trabajadores se afanan en bombear el agua de un cráter causado por un cohete.
Es la tercera vez en cuatro días que el barrio es atacado. El cráter tiene unos diez metros de diámetro y el cohete que lo formó, que impactó en el edificio de madrugada, perforó una tubería.
Decenas de habitantes del distrito contemplan el espectáculo, con los ojos cansados. Lúgubre rutina, la de la guerra. Una mujer se acerca, se tapa la boca con la mano y se aleja, sin mediar palabra.
Pero Olga Dekanenko casi sonríe. "Estamos vivos, es un buen día", afirma esta mujer de 67 años, andando, apoyándose en su bastón, entre las ruinas de su casa. "Aquí nacieron mis dos hijos", explica con orgullo, recogiendo fotos de familia entre los escombros.
En el jardín, su perro, aún en estado de shock, cierra obstinadamente los ojos y apenas respira. Olga ni siquiera recuerda lo que pasó al amanecer. Su pequeña habitación devastada da al jardín donde cayó el cohete. A ella la encontraron a los pies de la cama, bajo un montón de cobijas, almohadas y piedras.
Con una impresionante tranquilidad, la mujer, una extrabajadora de una de las fábricas metalúrgicas que hicieron la gloria de Konstantinovka en la época soviética, se pone a recordar: el trabajo en la fábrica de níquel con un buen salario, y la jubilación a los 50 años debido a la exposición al metal.
"Nosotros, los viejos, tenemos nostalgia de la época soviética", explica Olga, sonriendo. Pero es consciente de que "no es lo mismo para los jóvenes".
A su lado, su hermana Nina Tshuprino, un poco más joven, recuerda que hasta los años 1960, la región de Donetsk, en la que se encuentra Konstantinovka, llevaba el nombre de Stalin.
A partir de 1991, las fábricas de esta ciudad de 70.000 habitantes comenzaron a cerrar una tras otra. Muchos habitantes se fueron, y el tranvía, cuyos carriles atraviesan el barrio, dejó de funcionar.
- ¿Soldados ucranianos escondidos ? -
En esta región industrial, muchos vecinos tienen la impresión de haber sido abandonados por Kiev y albergan sentimientos prorrusos.
"Yo tengo miedo de todos, tanto de los rusos como de los ucranianos", dice suspirando Nina Tshuprino, que trabajaba en una fábrica de pilas.
¿Por qué este barrio modesto y emblemático de la historia soviética fue atacado tres veces en cuatro días? "Quizás haya soldados ucranianos en la escuela" escondida en medio de las casas, murmura un sexagenario en pantalones cortos y sin camisa, que se niega a dar su nombre.
Una explicación que comparten varios de los lugareños, sin verdadera animosidad, simplemente como una constatación.
En el barrio Chervone (Rojo) el cansancio es palpable.
Si los soldados ucranianos se esconden allí, comenta un vecino, señalando un gran edificio abandonado, "lo próximo será una carnicería".
Moscú acusa regularmente a las fuerzas ucranianas de esconderse en escuelas, hospitales o entre los civiles.
Delante de la casa destruida de Olga, Margarita, una adolescente pelirroja de 15 años, no puede contener las lágrimas. "Me temo que pronto no quedará nada de nuestra ciudad. Los rusos llegarán tarde o temprano. Espero que el ejército pueda defendernos", susurra con voz temblorosa.
Las fuerzas rusas, que conquistaron casi toda la región de Lugansk, llevan varias semanas presionando para apoderarse de la de Donetsk, y controlar así todo el Donbás, uno de sus objetivos de guerra prioritarios.
(G.Gruner--BBZ)