Desafíar la balas o morir de hambre: el duro dilema de los desplazados de la RD Congo
Furaha Nyimutozo, forzada a dejar su casa por los combates en el este de República Democrática del Congo (RDC), resume el dilema que tantos enfrentan: "Estamos divididos entre morir de hambre o arriesgarnos a buscar alimentos en nuestros campos, donde los rebeldes nos disparan".
Nyimutozo sufre las consecuencias del alzamiento de la milicia M23 en el este del país africano.
El alzamiento del grupo exacerbó las tensiones entre RDC y su vecino Ruanda, con la acusación de Kinshasa de que Kigali apoya a los rebeldes.
Según la agencia de refugiados de la ONU (ACNUR), también forzó a otras 200.000 personas a dejar sus casas, agravando una situación humanitaria compleja en la región.
La mayoría viven con familias que los han acogido, dijo Blaise Ngoy, portavoz de ACNUR en Kivu del Norte, fronterizo con Ruanda y Uganda. Agregó que ACNUR se hizo cargo de otras 4.000 familias.
Entre enero y junio, la agencia de coordinación de ayuda humanitaria de la ONU, OCHA, registró a 900.000 personas dentro del país.
- Falta de fondos -
A la distancia se puede ver la multitud congregada afuera del estadio Rutshuru de Rugabo.
Grandes carpas blancas con el logo azul de ACNUR fueron instaladas dentro del inmueble, donde antes se disputaban partidos de fútbol.
Ahora alberga a 1.500 familias radicadas en las carpas.
Un espeso olor a humo de leña para cocinar impregna el aire.
Alimentar a la gente no es una tarea fácil para ACNUR, que no tiene suficiente dinero para este proyecto. Pierre Atchom, jefe del organismo en Goma, dijo a AFP que necesitan 225 millones de dólares para enfrentar la crisis en el este de RDC.
"Hasta ahora tenemos 43 millones, o 19%", precisó.
"Las necesidades son enormes" y la crisis solo se agrava, indicó.
Esta crisis no recibe la gran cobertura mediática de la situación en Ucrania, por ejemplo.
Pero si la agencia tuviera que retirarse, las consecuencias serían desastrosas, advirtió Atchom.
Las familias del lugar indicaron que luchan por salir adelante con los aportes de ACNUR.
"Para alguien con familia, es una lucha", sostuvo Julienne Nyiramana, madre de cuatro hijos. "Pedimos ayuda para poder volver a nuestras aldeas".
"Seremos exterminados por el hambre cuando ACNUR decida que no puede ayudarnos", alertó Emmanuel Hakizimwami, también con cuatro hijos.
Para todos es dura la vida en el campamento.
"Mis hijos comían tres veces al día en nuestra aldea", recordó Antoinette Semucho, de 25 años y con dos hijos. "Aquí luchamos por comer una sola vez", acotó la mujer entre lágrimas, cuya aldea está ocupada por rebeldes del M23.
"Qué será de nosotros si no hay nada" de ACNUR, se preguntó.
Bajo el calor aplastante, Innes, de 10 años, juega con su hermano. La niña es tan delgada que sus huesos sobresalen de su piel. Otros niños muestran señales similares de desnutrición.
Algo así ocurre en la aldea de Ntamugenga, en el valle dominado por una colina controlada por combatientes de M23.
Allí hay 7.200 familias en cuatro sitios, pero la línea de frente está a 500 metros del poblado.
Los bananales son lo único que separa al ejército congolés de los rebeldes.
Pero quien se atreva a buscar alimento allí arriesga su vida.
"Para los rebeldes, cualquiera que se acerca a los campos es considerado un soldado o informante y por lo tanto, un espía del ejército", señaló el jefe de la aldea, Celestin Nyamugira. "A veces disparan sin aviso", agregó.
Esperance, de 32 años y madre de tres hijos, contó cómo ella y otras tres mujeres intentaron buscar comida.
"Los rebeldes nos quitaron lo que recogimos y nos golpearon en los pechos", recordó. Terminaron en el hospital.
Nyamugira consideró que el gobierno tendrá que tomar decisiones valientes si pretende terminar con la crisis.
Solo así, dijo, la gente podrá volver a casa y evitar que niños y ancianos mueran de hambre.
(U.Gruber--BBZ)